Un carisma vivo para una Iglesia viva, en una sociedad sufriente donde las necesidades de los más pobres son, desde el principio de la fundación de la Congregación, la llamada a responder como el Buen Pastor:
Con amor, abnegación y sacrificio hasta dar la vida...
por quienes no pueden soñar,
o se les arrebata la dignidad, el pan y la educación, el hogar y el cariño de una familia,
o han perdido el horizonte de su vida y no cuentan para nadie.
Desde el inicio de la Congregación, en España, hasta hoy es importante la labor llevada a cabo, con la infancia y la juventud, en fidelidad al carisma transmitido por Luis Amigó: Id en busca de la oveja perdida hasta devolverla al redil del Buen Pastor. Tarea que sigue las directrices de la pedagogía propia, llamada Pedagogía Amigoniana y que se basa en el amor misericordioso y en una invitación constante a que el educando sea protagonista de su propio proceso formativo.
Las Terciarias Capuchinas, queremos ser portadoras de la misericordia y ternura de Dios, defensoras de la justicia, de la integridad de la creación y constructoras de paz en cualquier lugar que nos encontremos:
Nos sentimos Iglesia, comprometidas en la tarea de encarnar a Cristo en la historia, testimoniamos una nueva forma de ser, amar y compartir, colaborando así en la construcción de una sociedad de hermanos.
Deseamos vivir en fidelidad a nuestro carisma y responder desde él a los retos de este siglo, siendo una Congregación:
Con una sólida espiritualidad propia.
Que en apertura al Espíritu renueve con valentía el seguimiento de Jesús pobre, virgen y obediente.
Que actualiza su historia con creatividad y fidelidad a través de los elementos esenciales de su identidad: oración-contemplación, fraternidad, minoridad, pobreza y penitencia-conversión.
Que permanece fiel a al Iglesia y participa de su misión evangelizadora desde los apostolados propios del carisma, con la actitud del Buen Pastor.
Que teniendo como referente a la Sagrada Familia de Nazaret intenta vivir como ella y promover a las familias para que sean santuarios de amor.
Que ama a María y la tiene como modelo de obediencia a la Voluntad de Dios.
Misionera que se siente impulsada por el Espíritu a evangelizar
Constructora de paz, justicia, defensora de los derechos humanos, que reconoce la dignidad inviolable de cada persona y contribuye en la construcción de un mundo nuevo a través de la civilización del amor.
Que posibilite a sus miembros una formación integral.
Sensible a las circunstancias y necesidades del mundo actual, comprometida con la causa de los pobres.
Que estimula la conciencia de internacionalidad, sentido de pertenencia y la inculturación en clave de misión universal sin fronteras de países y culturas.