Lectio Divina Tercer Domingo de Adviento

1ª lectura: Is.61,1-2ª.10-11.    «Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios» dijo Isaías.

«Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,” dijo María.

2ª lectura: 1Tes. 5, 16-24 «Estad siempre alegres», dijo San Pablo.

EVANGELIO San Juan 1, 6-8.19-28: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor»,

 

«En la senda de este nuevo adviento hemos llegado al Domingo de la alegría y la iglesia lo denomina «Gaudete» Palabra latina que significa «alegraos». En el contexto del Domingo de la Alegría en el Adviento, la Iglesia lo denomina así para resaltar la importancia de la alegría que sentimos al acercarnos a la celebración del nacimiento de Jesús. Es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades y desafíos, siempre hay motivos para la esperanza y el gozo.

Desentrañemos de estos textos de la liturgia la invitación a la alegría como telón de fondo.

La primera lectura tomada del profeta Isaías, nos permite remontarnos al evangelio: Traigamos a nuestra memoria aquel texto bíblico tomado del evangelio de San Lucas 4, 18-22, cuando Jesús llegando a la sinagoga en Shabbat, tomó el rollo de Isaías, proclamó justo este capítulo que hoy hemos leído y que en sus expresiones define al Mesías y a su encargo ratificando primero que está ungido por el Espíritu y que ha sido enviado para

  1. Dar buenas noticias a los pobres
  2. Curar a los de corazón desgarrado.
  3. Proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros de la libertad.
  4. proclamar el año de gracia del Señor.

Detengámonos en este último encargo del envío. José Antonio Pagola, teólogo y escritor español, interpreta la proclamación de Jesús sobre «el año del Señor» en el contexto del jubileo, un concepto del Antiguo Testamento. En su libro «Jesús, aproximación histórica», Pagola explica que Jesús alude al jubileo, un año sabático especial que se celebraba cada 50 años, durante el cual se proclamaba la liberación de las deudas y la restauración de propiedades.

Para Jesús, proclamar el «año del Señor» simbolizaba un mensaje de liberación, justicia y restauración integral para las personas.  Jesús estaba anunciando una transformación profunda en la vida de la gente, tanto a nivel espiritual como social, enfocándose en la misericordia y la equidad.

No cabe duda que el encargo del Mesías fue una noticia que colmaría a sus coterráneos de gozo y esperanza, sentimientos casi inconcebibles en el marco de una época de la historia donde se experimentaba el yugo opresor del imperio Romano y sus alianzas (Pax Romana)

Continúa la liturgia de este III Domingo de adviento presentándonos en el salmo la figura del María en la proclamación del Magníficat, su motivo de gozo, su más profunda alegría: Saber que el Señor ha mirado la humildad de su esclava y en ella a todos los pequeños y sencillos, los “Anawin” (Pobres de Yahvé).

Finalmente, en el Evangelio de este III Domingo continuamos identificando en Juan a ese profeta que hoy se autodefine como el testigo de la luz, el que como dice el texto bíblico Confiesa y no niega, que no es el Mesías. Aquel que prepara el camino al Señor. La Voz que grita en el desierto: “Allanad los Caminos”

 Hace algunos días Monseñor Manilla decía hermosamente al respecto: “Juan era la Voz, Jesús la Palabra” ¿Prestamos nosotros nuestra Voz a la Palabra?

Hna. Sandra Milena Velásquez B, tc

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