La visita del Papa Francisco a Iraq: un abrazo y un testimonio

El día 5 de marzo, el Papa Francisco emprendió su viaje a Iraq, cuna de la civilización entre los ríos Tigris y Éufrates, tierra de origen de Abraham, lugar significativo para las tres grandes religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islam.

En el año 2000, el Papa Juan Pablo II quiso visitar este país, pero tuvo que suspender su viaje porque las autoridades no se lo permitieron y el Papa Francisco ha sido el primer Pontífice que ha llegado a Iraq. Emprendió su viaje definiéndose “peregrino y penitente», teniendo como objetivo llevar a este pueblo, que ha sufrido tanto, un mensaje de esperanza y fraternidad que brota del Evangelio y encontrarse con una Iglesia martirizada. 

El viaje, preparado con todo detalle, se desarrolló en un ambiente que, humanamente hablando, definiríamos  poco propicio por la situación sanitaria que impuso restricciones a la participación de la gente, pero la Providencia de Dios permitió que todo se realizara sin incidentes y dejó una huella imborrable, no solo en los cristianos sino en toda la comunidad iraquí.

Uno de los aspectos sobre los cuales el Papa insistió mucho, en este país donde conviven varias  religiones y ha sido escenario de diversos conflictos, es el de la reconciliación y la paz. Comparando el mosaico de confesiones religiosas que caracteriza este país con una alfombra cuya belleza se refleja al entrelazarse hilos de distintos colores (las alfombras son una artesanía típica de esta área del Oriente Medio), el Santo Padre reafirmó que, para que «los diversos componentes étnicos y religiosos puedan encontrar el camino de la reconciliación y de la convivencia y colaboración pacífica” se necesita una firme voluntad de diálogo.

En la celebración eucarística en rito caldeo que el Papa presidió en la catedral de Bagdad, al comentar el texto de las Bienaventuranzas, puso en evidencia que los cristianos están llamados a trabajar por la paz junto con los creyentes de otras religiones, sembrando semillas de reconciliación y convivencia fraterna para hacer renacer la esperanza.  Y confió esta tarea sobre todo a los jóvenes, probados continuamente en su paciencia por todo lo que han vivido y viven en su tierra para que, junto con los ancianos, cultiven el bien y rieguen con la esperanza a su pueblo iraquí, y lo hagan día tras día porque “el mundo se cambia con el testimonio de cada momento” que encarna la sabiduría de Jesús.

Fijando la mirada sobre la visita del Papa Francisco a Iraq, no podemos dejar de valorar su capacidad de integración en la realidad cultural del país y en su capacidad de subrayar lo que une más que lo que separa. La referencia a la artesanía de las alfombras y al cultivo de la sabiduría que caracterizan al pueblo iraquí, así como la celebración en rito caldeo que presidió, quizá sin entender gestos y palabras pero valorándolos, son un caluroso abrazo y un significativo testimonio para el mundo. Las autoridades del país ya han recibido el mensaje y, como primer gesto, en memoria del histórico encuentro entre el Papa Francisco y el Ayatolá Ali al Sistani, uno de los principales líderes religiosos chiíes, han declarado el 6 de marzo como el Día Nacional de la Tolerancia y la Coexistencia.

La tierra iraquí, es un poco la tierra madre de todas nuestras culturas… Que nuestro mundo globalizado, donde con demasiada frecuencia las diferencias son el origen de los conflictos, aprenda de este acontecimiento histórico una gran lección de vida que vale para todos.

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