La familia es el eje transversal de nuestra misión apostólica

Celebrar la fiesta de la Sagrada Familia es para las Terciarias Capuchinas motivo de regocijo, reflexión y compromiso. En la familia de Nazaret encontramos la mejor escuela de humanidad a la que nos remite siempre la Iglesia.

El Papa Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti, cuando hace referencia a construir una gran familia habla del amor: “El amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa […] Amor que sabe de compasión y de dignidad”.

Nosotras hemos comprendido que la familia sigue siendo el mejor lugar para ir encontrando el sentido de la vida, ir descubriendo y desarrollando los dones personales y comunitarios que nos fueron otorgados, construir los valores que nos hacen mejores seres humanos, poder ser en nuestras particularidades, aprender a cuidar lo que se nos ha prestado mientras estamos aquí, y para todo lo demás que tú y yo podemos reconocer.

Si todo esto es tan importante, si allí descubrimos y recibimos lo fundamental, es vital para las terciarias capuchinas trabajar, ser puentes, ser luz para que las familias desempeñen la misión de sembrar lo que hace posible que brote una humanidad más compasiva, bondadosa, amorosa, tierna… la humanidad que estamos necesitando hoy.

El cambio climático, como dice Leonardo Boff, no es la enfermedad, es la fiebre que evidencia que hay algo que no está bien en el planeta; también el consumo de drogas, los feminicidios, la violencia, el narcotráfico y todas las realidades que nos duelen, porque dañan la vida, son la consecuencia; la causa es la violencia que hay en nuestro corazón, el egoísmo, la indiferencia y el individualismo. La institución que puede generar siempre una nueva cultura, la que se necesita, la que supera los males que van en contra de la vida y propicia en cambio “la cultura del encuentro” de la que habla el Papa Francisco, es la familia.

Nuestro Padre Fundador, Luis Amigó, nos quiso de la Sagrada Familia porque desea que vivamos así, como una familia de hermanas que va creando en lo cotidiano relaciones de confianza, seguridad, amistad, preocupación desmedida por la otra y el otro, lugar donde se supera el miedo, lo que según dicen los psicólogos necesita una persona para sentirse bien, para dar lo mejor de sí misma, para proyectarse de la mejor manera en su misión.

“Nadie da de lo que no tiene”. Sigamos apostando porque nuestras comunidades sean realmente esos espacios de vida, que mi hermana, mi hermano puedan recibir lo mejor de mí, lo que construye, lo que Dios ha hecho conmigo. Y, luego, eso mismo proyectaremos a las familias con las que compartimos, les podremos decir que sí, que es posible perdonar, porque yo me he sentido perdonada y acogida por la misericordia de Dios y de mis hermanas y, a la vez, he disculpado sus pequeñas equivocaciones; que es posible servir porque en mi comunidad todas estamos al servicio de todas y de todos; que es posible sacrificarse por el otro porque nos turnamos y llevamos unas las cargas de las otras; que es posible que todos estén bien en la familia, porque las personas que nos ven se dan cuenta que en mi comunidad nos preocupamos por la más vulnerable, la que está enferma, triste, en duelo o en crisis, porque todas pasamos por esas situaciones en algún momento.

Y además, algo en lo que vamos creciendo, la gente admira ¡cuánto nos guardamos la espalda!; también vamos creciendo en el sentido de pertenencia que habla de que nuestras raíces son como las del árbol de ceiba, árbol que siempre está verde, aun en tiempos de sequía, porque la ceiba toma el agua de la fuente, no necesita ser regada, vive desde dentro. Nuestras comunidades cuando toman el agua de la fuente, de la fuente que es Dios, están siempre vivas, reflejan el verde de la esperanza que sólo puede dibujar Él en nosotras.

La vida de familia que nuestro Padre Luis vislumbró para las terciarias capuchinas, al fundarnos, es la que nos inspira y nos lleva a trabajar con las familias, como dicen nuestras Constituciones en el n° 61: “La Familia de Nazaret estimula con su ejemplo nuestra vida diaria y nos compromete, en la labor apostólica que realizamos, a crear un clima de familia y prestar especial interés en la promoción cristiana de los hogares”.

El sueño congregacional es que en cada comunidad local vivamos como verdadera familia de hermanas, acompañemos a las familias y oremos por ellas. Seguimos caminando bajo la mirada atenta y la protección constante de Jesús, María y José, en comunión y solidaridad con las familias del mundo.

Hna. Lilia Celina Barrera Ramirez, TC

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