El 10 de octubre de 2021, con una solemne Eucaristía celebrada en la Basílica vaticana de san Pedro, el Papa abrió el camino sinodal que finalizará con la celebración de la XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo tema es precisamente la sinodalidad.
Este Sínodo se presenta, en su desarrollo, con formas y fases inéditas porque no se va a realizar solo en el Vaticano, sino en cada Iglesia particular de los cinco continentes y es la primera vez, en la historia de esta institución, que un Sínodo se lleva a cabo de manera descentralizada. La apertura del Sínodo en las Iglesias locales está prevista para el domingo 17 de octubre de 2021.
El proceso sinodal sigue un itinerario de tres años dividido en tres fases marcadas por la escucha, el discernimiento y la consulta. La primera etapa (octubre de 2021 – abril de 2022) se dirige a las Iglesias diocesanas individuales; en la segunda (septiembre de 2022 – marzo de 2023), con carácter continental, tendrá como finalidad el diálogo partiendo del texto del primer Instrumentum laboris y, finalmente, en el mes de octubre de 2023, tendrá lugar la última fase del camino sinodal que involucrará a la Iglesia universal.
En su homilía, el Papa Francisco exhortó a cada comunidad eclesial a encontrarse, escuchar y discernir guiados por la Palabra, afirmando que la Palabra nos abre al discernimiento y lo ilumina. El Papa subrayó que el Sínodo no debe ser ni una «convención» eclesial, ni un encuentro de estudio o un congreso político y ni siquiera un parlamento, sino un acontecimiento de gracia, un proceso de curación dirigido por el Espíritu que debe ayudarnos a liberarnos de lo que es mundano, de nuestras cerrazones y de nuestros repetitivos modelos pastorales y a cuestionarnos sobre lo que Dios quiere decirnos en este tiempo y en qué dirección quiere conducirnos.
Refiriéndose al Evangelio del día, Mc 10, 17-30, el Papa Francisco destaca cómo Jesús ayuda al joven rico a discernir su camino de conversión mostrándole que, por su propio bien, no es necesario añadir otros actos religiosos, sino, por el contrario, vaciarse de sí mismo vendiendo lo que ocupa su corazón para dejarle espacio a Dios. Este texto ilumina también el Sínodo que el Papa define como «un camino de discernimiento espiritual, de discernimiento eclesial, que se realiza en contacto con la Palabra de Dios» y requiere necesariamente dejar de lado todo lo que nos une a nuestras seguridades y quizás a nuestros sueños pero que ya no está en sintonía con los planes de Dios para la Iglesia y para el mundo.