El sentido de la vida

Abrir los ojos y respirar cada día es un regalo, y encontrar el sentido a nuestra existencia es algo a lo que definitivamente aspiramos. Vivir con propósito requiere un trabajo consciente y permanente con nosotros mismos. 

Cada uno tiene una historia personal y desde mi experiencia he llegado a comprender, que el propósito de la vida no es un lugar al cual llegar o una meta por alcanzar, es un camino que se recorre de manera muy personal. Algunas veces ese camino es llano pero muchas otras es un camino escabroso, por el cual hay que aprender a transitar para crecer. 

A pesar de que en ocasiones, no encontramos sentido a lo que estamos viviendo, con certeza puedo asegurar que en cada vivencia Dios ha tenido un propósito especial que me ha hecho trascender. 

Pensar en mi origen, la familia a la que pertenezco, las personas con las que he tenido que interactuar, mi trabajo, las pérdidas materiales y humanas que he enfrentado, problemas de salud y todo lo que encierra mi historia personal hasta este momento… han generado en mí un sentimiento de gratitud que me ha permitido descubrir principalmente en los momentos difíciles, paz y fortaleza. 

A inicios del año 2019, recibí el diagnóstico de un cáncer de mama y, aunque fue una noticia inesperada y desconcertante, tuve la oportunidad en muchos momentos de experimentar el amor y cuidado de Dios (soy una persona de fe). Por ejemplo, en el hospital que recibí el tratamiento encontré un lugar acogedor y un ambiente cálido, con un personal médico comprometido y de gran sensibilidad humana, lo cual permitió que mi situación de enfermedad fuera mucho más llevadera, al punto de lograr en mí la convicción de que a pesar de la circunstancia, era afortunada y esto a su vez ayudó en gran manera a mi proceso de sanidad y crecimiento personal.

Todo este proceso me ha permitido replantearme el valor del sentido de mi vida y con ello buscar el propósito al que he sido llamada, esforzándome ahora mayormente a dejar de lado prejuicios, temores, inseguridades y todo lo que obstaculice mi espíritu libre. 

Vivir en libertad para mí, es disfrutar de cada día como si fuera el último, porque cada momento, cada día es único e irrepetible. Sentirme agradecida y satisfecha con lo que tengo, disfrutar del amor que recibo y poder amar a los demás, apreciando cada detalle y convencida de que, aunque no podemos elegir lo que nos ocurre, sí podemos elegir cómo enfrentarlo. 

También he llegado a comprender que una vida bien vivida tiene que ver con servir a otros.  A menudo dejamos de hacer favores a los demás porque estamos demasiado ocupados, como si temiéramos perder el tiempo; pero ayudar a quienes se cruzan en nuestro camino, lejos de quitarnos algo, nos enriquece. El tiempo que invertimos en servir a otros no se desperdicia, sino que se transforma. Estoy segura que ayudar a nuestros semejantes nos ayuda a nosotros mismos, porque nuestra existencia adquiere mayor sentido y resulta una excelente forma de crecimiento personal.

Cuando descubrimos el sentido de nuestra vida y vivimos de manera apasionada por lo que hacemos y cuando somos capaces de transmitirlo día a día, todo cambia.  Mejora nuestra autoestima, nos sentimos útiles y valiosos, optimistas y positivos; esto provoca un efecto transformador, no sólo en nosotros mismos sino también en las personas que están a nuestro alrededor, pues se genera un efecto multiplicador que beneficia a todo el entorno. 

Así que ánimo, estamos en este mundo para ser felices, no ;cuando despiertes cada mañana, respira, sonríe y agradece a Dios por la vida y todo lo que ella te regala. 

GABRIELA MORA ABARCA

(Psicóloga del Colegio “Nuestra Señora de Desamparados”, Costa Rica)

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