ECOS DEL XXIII CAPÍTULO GENERAL Día 30 de septiembre 2022

Comenzó la jornada del 30 de septiembre con la celebración de la Eucaristía, presidida por el P. Eliécer Balladares Arbustini, Terciario Capuchino. En la homilía recordó las palabras que el papa Francisco dirigió a las Hermanas capitulares en la audiencia que tuvo con ellas el pasado 26 de septiembre: “Sean profetas de la escucha” y, haciendo referencia a la figura de Job según presenta la primera lectura Jb 40,4-5, invitó a vivir el silencio profundo y la escucha humilde a Dios que se manifiesta en la obra de sus manos. 

Las Hermanas procuraron, en los distintos momentos del día, mantener viva, en este día vísperas de la fiesta del Padre Luis, su presencia entre nosotras y en actitud atenta, abierta, sinodal y contemplativa. El contenido de la jornada fue de gran trascendencia, pues consistió, en la aprobación del Documento final y Acuerdos del XXIII Capitulo general y continuar votando, uno a uno, así como determina el Directorio, la propuesta de modificación de algunos artículos de Constituciones y Directorio empezada el día anterior.

A las 19:00 horas en la sala capitular las Hermanas capitulares y de la comunidad de la Curia general, celebraron el Tránsito de nuestro fundador Padre Luis Amigó, preparado por las Hermanas de la Delegación general “Nuestra Señora de África”, utilizando varios símbolos: su imagen, un cirio encendido, una cruz, tierra y velas apagadas, signos que hablan por sí solos de amor, entrega, presencia de Dios, santidad, muerte y plenitud de vida. Los textos invitaban a contemplar como el Padre Luis se preparaba para acoger a la hermana muerte, preparando serena y tranquilamente su ataúd y con otros detalles que hablan de su fidelidad al hermano Francisco, del amor a sus dos congregaciones y de su profunda humildad, recogida en la frase que quiso fuese grabada en su lápida: «El hombre es tierra, la reputación es humo y el fin es ceniza».

La celebración transcurrió entre cantos, textos y salmos, dando gracias a Dios por su vida y por el legado entregado a la Iglesia y al mundo, así como, por las hermanas y hermanos que en el tiempo han abrazado su rica herencia carismática y la han compartido no solo permitiéndole existir, sino, volverse fecunda y esparcirse por el mundo.

Como gesto final, las Hermanas prendieron su velita en el cirio que representaba la vida del Padre Luis, cirio que fue apagado cuando conmemoramos el exacto momento de la muerte y con esto expresaron su compromiso de mantener vivo el carisma y contagiarlo con el testimonio de la propia vida. Por todo sean dadas las gracias a Dios.

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