En el sábado de la IV semana del tiempo ordinario, terminamos de leer y proclamar la CARTA A LOS HEBREOS ¡tantas veces leída, reflexionada, meditada…! Pero como “la Palabra de Dios siempre es viva y eficaz…” (Hb 4,12), ese día me sorprendió “más incisivamente” esta recomendación del autor de la Carta: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hb 13,16).
Enseguida recordé otra recomendación del Antiguo Testamento: “Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os 6,6).
A vueltas con mis pensamientos y estando próxima la Cuaresma me he dicho: “¿No es éste el mejor programa para la preparación a la Pascua? Y con ese convencimiento, lo he compartido con las hermanas.
Pero no queda ahí el “breve y fundamental programa de Cuaresma”. Con propuestas e invitaciones por doquier para conectarnos online: retiros, charlas, coloquios…, ha llegado el Mensaje del Papa Francisco que, en este año 2021, y con la pandemia todavía como telón de fondo, se ha centrado en las virtudes teologales. Con su lenguaje claro y comprometedor, estimulante y esperanzador, va describiendo lo que hoy, como ayer, es primordial en nuestra vida cristiana. De su lectura fui subrayando… ¡prácticamente todo! Pero, de modo particular, esto:
A modo de preámbulo, nos recuerda que “…el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo”, y, continúa el Papa, “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.
La virtud teologal de “la FE nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas”. Una Verdad que “es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino… que lleva a la plenitud de la Vida”. Es por esto que “el ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón, lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento”, “…quien ayuna se hace pobre con los pobres”.
“La ESPERANZA es como agua viva que nos permite continuar nuestro camino…”. En este tiempo de pandemia, hablar de esperanza “podría parecer una provocación”, nos dice el Papa. No. “El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos” (cf. LS, 32-33; 43-44).
“En la Cuaresma, estemos más atentos a ‘decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan’ en lugar de ‘palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian’ (FT 223). En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión”.
“La CARIDAD es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza”. Quien vive la caridad “se alegra de ver que el otro crece”, y “sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… vivir una Cuaresma de caridad -en el momento actual es- cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”. Concluye el Papa Francisco su mensaje recordando que “cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la FE que viene de Cristo vivo, la ESPERANZA animada por el soplo del Espíritu y el AMOR, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre”.
Siguiendo mi reflexión, he vuelto la mirada a Francisco de Asís y al Padre Luis Amigó. En los escritos del Poverello encontramos las palabras que dirigió a “todos los fieles” y que comienzan así: “Todos aquellos que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y la mente, con todas las fuerzas, y aman a sus prójimos como a sí mismos, y aborrecen sus cuerpos con sus vicios y pecados, y reciben el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y hacen frutos dignos de penitencia: ¡Oh, cuán dichosos y benditos son aquellos y aquellas que hacen tales cosas y perseveran en ellas! Porque se posará sobre ellos el espíritu del Señor y hará en ellos habitáculo y mansión; y son hijos del Padre celestial, cuyas obras realizan; y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo” (cf. CtaF I,1).
Lo primero que subraya Francisco es el amor y lo suscribe para quienes hicieron de este texto la base de la Orden de Penitencia, cuyo compromiso de conversión llevaba consigo renuncias y el distintivo de un hábito penitencial. Una vida centrada en la propia conversión como camino de unión con Dios y amor creciente a los hermanos a los que ofrece los “frutos dignos de penitencia”, y que no son otra cosa que las Obras de misericordia, acciones concretas de caridad. Las recordamos:
OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA |
OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
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Su relectura nos centra en la obra que realiza la Iglesia en todo su conjunto: Diócesis, Órdenes religiosas, Institutos de vida consagrada, Sociedades de vida apostólica, Asociaciones, Cofradías, ONGs, y un largo etcétera. Es estar en la frontera, allá donde están los pobres, todo hombre necesitado.
Y el Padre Luis, en el lenguaje de su época, ¿qué nos dice sobre la penitencia? El recorrido por sus escritos nos permite conocer que hay 242 citaciones al respecto. Él, que a los Terciarios y Terciarias Capuchinos nos imprimió un marcado carácter franciscano-capuchino de penitencia, contemplación, minoridad y fraternidad, considera que san Francisco es perfecto modelo de penitencia para todos los tiempos (cf. OCLA 1288, 1294, 1295); que la cruz, la penitencia y la mortificación hallan su razón de ser en la imitación de Cristo (cf. OCLA 397, 840, 1196, 1201, 1204, 1211, 1505); que los sacrificios, como toda forma de penitencia, tienen por base la caridad (cf. OCLA 1055, 1062, 1719, 1806). Y, lo que dice nuestro Fundador en sus escritos es lo que vivió, como lo atestiguan los testigos en el Proceso ordinario y apostólico de canonización en la Positio Super Virtutibus.
Me invito y os invito a vivir una Cuaresma de caridad.
HNA. MARÍA DESAMPARADOS ALEJOS MORÁN, TC