¨Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, y he escuchado su clamor¨

Gracias a mi Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas, especialmente a la Hna. Ana Tulia López, Superiora general y Consejo, a la Hna. Yolanda de María Arriaga, Superiora provincial y Consejo de mi Provincia “Ntra. Sra. de Guadalupe” y a la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), quien me proporcionó la beca, se hizo posible que hace cinco meses iniciara un camino de conocimiento, acompañamiento, y descubrimiento doloroso de una realidad de muerte y resurrección por la cual está transitando nuestra Iglesia hoy. A pesar de la pandemia del  COVID-19 ha sido el primer grupo internacional, multicultural, en su mayoría de lengua hispana, de la Universidad Pontificia Gregoriana, que logra terminar el Diplomado en Protección de Menores, de manera presencial, durante los meses de febrero a junio 2021.

Nada fácil  reconocer una de las llagas por las cuales hoy la Iglesia debe iniciar un camino de conversión y de reparación ante las situaciones de abuso. Es ilógico querer hacer hablar a Dios desde el perdón, como característica de un Dios compasivo, o pretender que la justicia divina actúa sobre los actos pecaminosos de la humanidad. Son respuestas muchas veces erróneas que se cometen por ignorar cómo atender a las víctimas de abuso sexual o bien sea, para no comprometerse en la tarea restaurativa sanadora, en la que algunos no quieren asumir la humillación y prevalece una actitud defensiva por el buen nombre o status de la Iglesia.  

Corresponde visibilizar a las víctimas,  las cuales se han quedado relegadas sin atención, por lo cual es necesario  la intervención de éstas, acompañarlas desde el trato empático, atendiéndolas humana y emocionalmente.

Quienes han asumido su responsabilidad valientemente, han tenido que aprender cómo sobrellevar los procesos de casos y han ofrecido los medios de tratamiento  debido, o indemnización a los afectados.

Es menester de la Iglesia la atención a las víctimas desde el reconocimiento, cercanía, con un buen trato fraterno que permita acercarse como el Dios de Israel que escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7), creando espacios de diálogo, encuentro, en los que se inclina para conocer el sufrimiento y el dolor. Atender las necesidades de los hermanos que han sido afectados por los sucesos, dando oportunidad para  expresar sentimientos, emociones, silencios no compartidos. Esta es la oportunidad para restablecer a fieles que forman parte de una comunidad con posibilidad de solidarizarse desde la acogida, la cual da fuerza para reponerse. Es hacer camino  de prevención, salvaguarda en comunión eclesial, creando redes de apoyo para trabajar en equipo con instituciones, profesionales, y con quienes en este curso se han tejido lazos fraternos para crear una red de apoyo, porque hemos reconocido que también somos vulnerables y necesitamos ser sostenidos, acompañados. Esta será la tarea con las diferentes comisiones que se están formando en las diócesis, parroquias, en las congregaciones religiosas, la CLAR y diversas Conferencias de Religiosos a nivel internacional, en las que se trabajará por la cultura de la prevención.

El proceso de sanación conlleva  el acompañamiento a las víctimas, sin prisas, no buscando resultados inmediatos; más bien cuidar con entrañas de misericordia, caminando a la par de quien carga las situaciones difíciles y en las cuales cada uno asume con responsabilidad su realidad.  Es escuchar el clamor, inclinarse desde una mirada profunda como Dios lo ha hecho con su pueblo, escuchando, acercándose, superando prejuicios, arriesgando, siendo creativos en inventar gestos de ternura para que se dé un proceso gradual, paciente. Un proceso que implica relaciones simétricas sanas, de comprensión inclusiva para acoger incluso a los agresores. Deben darse en la comunidad o la Iglesia espacio para la atención, con apertura, acogida a la escucha atenta, en ambiente de libertad y respeto en cada situación, con la mirada de Dios, compasiva, que se conmueve por la herida causada.  Abrir nuevas posibilidades de comprender la realidad vivida e ir construyendo un camino de sanación partiendo del “testimonio verbal” en clave de historia de salvación, percibiendo al Dios de la vida actuante.  Hacer memoria en la cual se trasciende la actuación de Dios que se revela en el dolor del  pasado para dar sentido al  presente.

La Iglesia en su tarea evangelizadora  como madre, camina al lado de sus hijos y se ofrece como intermediaria, pues va revelando la salvación a través de los hechos de una historia personal en la cual  se va manifestando el amor en medio de los padecimientos, y ofrece un camino de vida y esperanza. Hago eco de las palabras de la Hermana Nathalie Becquart, a quien el Papa Francisco nombró en febrero de 2021 como una de los dos Subsecretarios del Sínodo de los Obispos, al referirse a : “Todos, como bautizados, estamos llamados a luchar contra el clericalismo que se ha identificado como la raíz de cualquier abuso, que es siempre consecuencia de un abuso de poder”, por lo tanto es necesario promover el discernimiento, para buscar la corresponsabilidad, subsidiariedad, desde un nuevo estilo de gobernanza, en la Iglesia. Hacer camino  de sinodalidad con la  participación  activa de todos los miembros en la misión compartida, buscando juntos consensos,  desde un liderazgo libre, que hace partícipe a la comunidad en la toma de decisiones  para evitar protagonismos o  retraerse en un narcisismo egoísta, para superar las grandes tentaciones institucionales del encubrimiento, impunidad, silencio y engaño… reconstruir la coherente articulación (saliendo del dualismo) misericordia-justicia, sinodalidad-colegialidad, vulnerabilidad-precariedad.

La cultura de prevención inicia desde  la vida eclesial, en todas sus estructuras, dimensiones y representatividad, de todos los miembros del pueblo de Dios; es la misión de la Iglesia, especialmente con los más vulnerables (“minores”), para anunciar la Buena Nueva a toda la creación en el servicio oblativo sin dominación.

Al concluir este tiempo de gracia, volvemos a nuestras comunidades, parroquias, diócesis con la esperanza de servir y ayudar a los más vulnerables con la exigencia del amor, sembrando la cultura del buen trato.

Hna. Priscila Brenes Granados, Tc

 

https://www.dropbox.com/s/ckmetktzoy9xib5/video%20FINAL%20Diploma%20CCP%202021.mp4?dl=0

Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp