Abriendo caminos en India mi experiencia como primera Terciaria Capuchina de mi país

He descubierto que un nuevo comienzo es un proceso, un nuevo comienzo es un viaje, un viaje que requiere un plan. Y este ha sido el discernimiento de nuestra Congregación que ha extendido su presencia misionera a la increíble India. India es una tierra de hermanos y un vivero de templos y mezquitas, donde la diversidad religiosa ha sido una característica que ha definido la población de esta tierra durante siglos. India es un país donde las personas son de diferentes castas, credos, religiones y culturas, que  viven juntas y hablan diferentes idiomas. Por eso se dice que la India es un país de «unidad en la diversidad».

«La pasión es lo que consume tu corazón y tu mente». La cuestión es cómo usas esa pasión de una manera concreta. Con destellos de pasión en sus corazones, nuestras hermanas aterrizaron en la India con un auténtico espíritu misionero para hacer realidad nuestra presencia y nuestro Carisma en esta tierra en 2008. Sin casa, sin muebles, sin comodidades, sin ambiente de convento pero con una confianza incondicional en la Divina Providencia y una cálida acogida brindada por la hospitalidad fraterna de los Padres Capuchinos. Como se suele decir, «aventúrate fuera de tus zonas de confort, las recompensas valen la pena». Sí, a los pocos meses de nuestra llegada, poco a poco levantamos nuestra propia casa y desde allí colaboramos con los Padres Capuchinos.

Las grandes cosas nunca vienen de las zonas de confort. De hecho, mi experiencia como primera Terciaria Capuchina fue un gran desafío, no solo por tener que adoptar la cultura de la Congregación, sino porque yo misma tenía que adaptarme a la cultura de mi propia gente y hermanarlos con la cultura del Evangelio. Romper mis propios rasgos culturales, las fronteras de castas, los apegos al regionalismo me costó mucho. Dije: Princy, sé abierta, deja que Dios haga el resto en ti. Fue un largo proceso para esculpirme en manos de muchos escultores a través de la formación y diversas experiencias que me moldearon para tener la convicción de que estoy llamada a ser una auténtica Terciaria Capuchina, a abrazar la reciprocidad y a florecer en relaciones de circularidad.

En sus inicios la comunidad estuvo compuesta por tres hermanas que iban y venían, turnándose por cuestiones de visado. Siempre hubo una dificultad de adaptación para las hermanas que también exigió muchos ajustes por el clima, la comida, la cultura y el idioma. Empezamos a trabajar en el Colegio de los Padres Capuchinos, lo que nos ayudó económicamente. Nuestra presencia en Rameshwaram fue dando muchos frutos a medida que nos aventuramos a colaborar con las actividades parroquiales, como cuidar la subestación, visitar a las familias, dar catequesis en preparación para la primera comunión y distribuir la comunión a los enfermos; esto nos acercó más a la gente. Las personas, sacerdotes y otros religiosos de la isla comenzaron a apreciar nuestra presencia, ya que los desafiaba a vivir una vida sencilla, a hacerse accesibles; al caminar por las calles con una sonrisa y a hablar con las personas con las que nos encontrábamos en nuestro camino,  rompieron su imagen de que los sacerdotes y religiosos son personas que viven en un pedestal. Esta comunidad funcionó también como Casa de formación para las aspirantes.

Cuando pasaron los años, también nos ofrecieron cuidar de un hogar de niños que está bajo la dirección de los Capuchinos. Tuvimos entonces dos comunidades con tres hermanas en cada una trabajando como misioneras pero debido a las políticas del gobierno, el conseguir la visa se volvió más difícil y en discernimiento continuo se vio la necesidad de abrir una nueva presencia cerrando las dos comunidades que ya existían.

Y actualmente nuestra comunidad se sitúa en el Instituto Anugraha de asesoramiento y psicoterapia administrado por los Capuchinos, ya que de esa manera se puede conseguir con facilidad visa de estudiante a las hermanas extranjeras. Nuestra comunidad Montiel Illam- Anugraha (que significa casa de la Misericordia) está formada por tres hermanas que estudiamos y trabajamos aquí. Nos dimos cuenta de que a medida que nos dedicamos  al servicio de los demás, descubrimos nuestra propia vida y nuestra propia felicidad.

La obra de Dios, siguiendo sus caminos, cumpliendo su voluntad, nunca carecerá de lo que necesitamos.  Esta ha sido mi gran experiencia durante estos años de presencia aquí. Muchas son las bendiciones que he recibido a través de diferentes personas con las que me he encontrado en el camino de la vida; hay que desaprender muchas cosas para aprender otras nuevas. El regalo de esta vida no ha sido simplemente la miríada de oportunidades que se me ofrecieron como hermana, sino también las relaciones que he desarrollado dentro y fuera de la comunidad y los aspectos de mí misma que han surgido como resultado de estas experiencias,   han ampliado mi perspectiva en lugar de reducirla. En este caminar puedo decir que las hermanas siempre han estado a mi lado y estoy orgullosa de ser una Terciaria Capuchina, encarnando el Carisma e identidad congregacional en mi país. Yo diría que no existe un camino verdadero de evangelio que no lleve a la misión, porque el evangelio es la historia de un Dios con un corazón misionero. Y yo estoy llamada, como seguidora suya, a vivir de tal manera que sea presencia de este Dios con corazón misionero en la vida diaria. Que cada una de nosotras nos detengamos, miremos a nuestro alrededor y nos preguntemos “¿QUIÉN ME NECESITA HOY?”

Hna. PRINCY JOSEPH

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