«A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7)

 “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen los muros de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”.

(San Pablo VI en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, el 29 de septiembre de 1963)

Al final del Jubileo de la Misericordia, en el año 2017, el Papa Francisco instituyó, el Domingo XXXIII del tiempo ordinario, la Jornada Mundial de los Pobres, con el fin de “que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”.

En cada Jornada el Papa nos ha ido regalando una palabra de la Escritura que nos ilumina y ayuda a ser compasivos frente al sufrimiento de nuestros hermanos. Resalto aquí algunas partes de los cinco mensajes. En la I Jornada, con el texto bíblico: “Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1 Jn 3,18), nos invitó a la coherencia de vida. Insistió en que “el amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo, especialmente cuando se trata de amar a los pobres”.

Fue muy significativo para la Familia Terciaria Capuchina que, como en varios de sus escritos, en la I Jornada Mundial de los Pobres, el Papa presentara a san Francisco de Asís como referente de amor a los pobres por su coherencia de vida. En esta ocasión dijo de él: “Mantuvo los ojos fijos en Cristo, por eso fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres…”, citando Test 1-3;  y subrayó que el testimonio de  Francisco de Asís muestra el poder transformador de la caridad y el estilo de vida de los cristianos.

Con el texto bíblico de la II Jornada «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (cf. Sal 34,7), el Papa resaltó que Dios “escucha”, “responde” y “libera” al pobre a través de nosotros. “La salvación de Dios adopta la forma de una mano tendida hacia el pobre, que acoge, protege y hace posible experimentar la amistad que tanto necesita. A partir de esta cercanía, concreta y tangible, comienza un genuino itinerario de liberación”. También, con este mensaje hizo un fuerte cuestionamiento: “¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza? ¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no consigue llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?”.

En la III Jornada toma nuevamente un salmo: «La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (cf. Sal 9,19). El Papa, con realismo y con el profetismo que lo caracteriza, denuncia las numerosas formas de nuevas esclavitudes a las que están sometidos hoy millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños. Insiste sobre todo en las personas que han tenido que abandonar su tierra: “¿Cómo olvidar, además, a los millones de inmigrantes víctimas de tantos intereses ocultos, tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad? ¿Y qué decir de las numerosas personas marginadas y sin hogar que deambulan por las calles de nuestras ciudades?”.

También hizo referencia a la estigmatización que, como una cruz, en todos los tiempos y lugares,  tienen que cargar los pobres sobres sus vidas: “Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres”. Y nuevamente coloca a Jesús como pobre y con los pobres:  “Ante esta multitud innumerable de indigentes, Jesús no tuvo miedo de identificarse con cada uno de ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Huir de esta identificación equivale a falsificar el Evangelio y atenuar la revelación”.

En la IV Jornada “Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32), el Papa insistió en que “la comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le está permitido delegarla a otros. Y para apoyar a los pobres es fundamental vivir la pobreza evangélica en primera persona. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad. Recordar a todos el gran valor del bien común es para el pueblo cristiano un compromiso de vida, que se realiza en el intento de no olvidar a ninguno de aquellos cuya humanidad es violada en las necesidades fundamentales”.

Y este año, en la V Jornada, el Papa Francisco toma un texto evangélico polémico: «Porque pobres tendréis siempre con vosotros» (cf. Mc 14,7). Hay quienes, tal vez, para evadir el compromiso con los pobres y lo que es más grave para justificar la pobreza, dicen: Si Jesús aseguró “Pobres tendréis siempre con vosotros”, si es una realidad que siempre estarán con nosotros, no tendríamos que preocuparnos por ellos… siempre estarán, es una realidad que no se puede superar…

La primera fue la indignación de algunos de los presentes, entre ellos los discípulos que, considerando el valor del perfume, unos trescientos denarios, equivalentes al salario anual de un obrero, pensaron que habría sido mejor venderlo y dar lo recaudado a los pobres. Según el Evangelio de Juan, fue Judas quien se hizo intérprete de esta opinión: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para darlos a los pobres?” No es casualidad que esta dura crítica salga de la boca del traidor, es la prueba de que quienes no reconocen a los pobres traicionan la enseñanza de Jesús y no pueden ser sus discípulos.

Jesús dijo: “¡Déjenla! ¿Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo” (Mc 14,6). Jesús les recuerda que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos. Y es también en nombre de los pobres, de las personas solas, marginadas y discriminadas, que el Hijo de Dios aceptó el gesto de aquella mujer. Ella, con su sensibilidad femenina, demostró ser la única que comprendió el estado de ánimo del Señor. Esta mujer anónima, destinada quizá por esto a representar a todo el universo femenino que a lo largo de los siglos no tendrá voz y sufrirá violencia, inauguró la significativa presencia de las mujeres que participan en el momento culminante de la vida de Cristo: su crucifixión, muerte y sepultura, y su aparición como Resucitado. Las mujeres, tan a menudo discriminadas y mantenidas al margen de los puestos de responsabilidad, en las páginas de los Evangelios son, en cambio, protagonistas en la historia de la revelación.

Esta fuerte “empatía” entre Jesús y la mujer, y el modo en que Él interpretó su unción, en contraste con la visión escandalizada de Judas y de los otros, abre un camino fecundo de reflexión sobre el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio. “No me canso de repetir que los pobres son verdaderos evangelizadores porque fueron los primeros en ser evangelizados y llamados a compartir la bienaventuranza del señor y su reino (cf. Mt 5,3)”.

Hermanas y hermanos, como Familia Terciaria Capuchina, ¿estamos listos para acoger la llamada concreta y urgente del Señor, a través del Papa Francisco en la V Jornada Mundial de los Pobres? ¿Ya estamos respondiendo?: “No podemos esperar a que llamen a nuestra puerta, es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos en sus casas, en los hospitales y en las residencias asistenciales, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de refugio y acogida… Es importante entender cómo se sienten, qué perciben y qué deseos tienen en el corazón”.

HNA. LILIA CELINA BARRERA RAMÍREZ, TC

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