Un icono que habla

Encuentro de Francisco con el Crucifijo de San Damián

Introducción

El icono del crucifijo de san Damián ha tenido gran difusión en la piedad católica, en cualquier almacén o litografía es fácil conseguirlo, seguramente su formato y colorido lo hacen especialmente atractivo, simplemente desde intereses piadosos o estéticos, de repente lo encuentras en la oficina de un gerente de un banco o en la sala de espera de un consultorio médico.

Quiero compartir con ustedes una corta reflexión sobre el encuentro de San Francisco con el Cristo de San Damián en los albores de nuestra caminada espiritual, reflexión que he tenido el atrevimiento de poner el título de “Un icono que habla”.

Los estudiosos del icono de San Damián ubican su origen en los siglos X u XI, muy seguramente pintado por algún monje que vivía en la región de la Umbría. Elaborar un icono requiere de un infinito sentido de contemplación, oración y mística sobre la figura que se ha de pintar.

Un icono está pintado esencialmente para ser contemplado, en este de San Damián, lo primero que salta a la vista es la figura de un Cristo crucificado y al mismo tiempo resucitado, con unos enormes ojos abiertos y gran luminosidad en los colores de los personales que lo acompañan; colores que contrastan con el fondo negro que en la iconografía de la época significa muerte, rojo que indica la divinidad, dorado que representa la eternidad, azul y verde que hacen referencia al mundo y al transcurrir de la historia humana.

Este encuentro de Francisco con un icono que le habla al corazón desde una iglesia cuyo techo se viene abajo, es un acontecimiento fundante del carisma franciscano. Antes ya había tenido dos importantes encuentros, consigo mismo en la enfermedad y la soledad y con el leproso, fuera de las murallas de la ciudad, en el camino.

El orden de los encuentros refleja la evidente centralidad del ser humano en la espiritualidad franciscana situado en contextos de marginación. A propósito de los encuentros cabe anotar la importancia que tiene el tema en el magisterio del Papa Francisco cuando habla de la cultura del encuentro.

Desde la Laudato Si´ y la Fratelli Tutti no cabe la menor duda, según lo expone el Papa que todo está relacionado y que todos somos hermanos y hermanas en esta maravillosa peregrinación que es la vida, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas, amor que une con tierno afecto, al hermano sol, a la

hermana luna, al hermano río y a la madre tierra» (LS, 92). Además con la certeza de que no es posible acentuar un encuentro descuidando o ignorando otro, o lo que sería peor, bloqueándolo, creando una fractura interna que puede llevar a la muerte.

Es evidente en la espiritualidad franciscana la relación entre encuentro, reparación y cuidado, tres temas que reflejan un sentido materno que pone tareas solo realizables desde una verdadera conversión integral, ecológica y pastoral.

Para vivir la vocación franciscana, además de una conversión holística se debe caminar hacia una renovación de sentidos de comprensión, hacia una nueva comprensión de las relaciones en clave de vida de apertura y disponibilidad de corazón, de mente, una apertura que lleve más allá de los estrechos muros institucionales, de la auto referencialidad que empobrece e inmoviliza.

Con urgencia se ha de volver al Jesús del evangelio, al de Emaús, al de los pescadores del puerto, al de la las bodas de Caná, al amigo de los de Betania. Al Jesús orante del desierto, tentado por satanás, al Jesús que llora su amigo muerto, que cura a la mujer enferma. Para que se dé un verdadero encuentro con Jesús de Nazareth se debe hacer el camino que emprendieron Clara, Francisco, Antonio, Buenaventura, Fray Luis Amigó y muchos, muchos otros hombres y mujeres que se atrevieron a dejarlo todo para abrirse al mundo de manera tal que la Cultura del encuentro sea posible.

Solo así se reparará la casa que amenaza ruinas, la casa común, golpeada por el calentamiento global, por la pobreza y la guerra. Es necesario que se conozca y se asuma la identidad franciscana de veras, desde las iniciativas que impulsan la Familias Franciscanas de cada país, las Comisiones de Justicia Paz e Integridad con la Creación JPIC, las redes de Migrantes y de defensores y defensoras de derechos humanos de mujeres, niños y niñas, poblaciones LGBTIQ+, Comunidades ancestrales. Atreverse a tejer con otros, abriendo las instituciones a quienes deseen ser artífices de paz con justicia y dignidad.

Es necesario como lo dice incansablemente el Papa Francisco asumir el deber que como cristianos tenemos de involucrarnos en la política porque ella es una de las formas más altas del amor ya que busca el bien común, Clara y Francisco tenían conciencia de ser ciudadanos y trabajaron por una convivencia en paz y justicia. De esta manera es importante que como franciscanos hagamos sinergia en Naciones Unidas desde la oficina de Franciscans International que hace visible a la comunidad internacional el estado de ruina o de reparación de la casa.

Que sigamos construyendo, animando la “Bendita pertenencia común” que nos hace hermanos y hermanas, dice el Papa Francisco en la FT: “La fraternidad y la amistad social se expresan a través de actos de benevolencia, con formas de ayuda y acciones generosas en tiempos de necesidad. Un afecto desinteresado hacia otros seres humanos, sin importar la diferencia y la pertenencia”.

Juan Rendón Herrera OFM

Fuente: http://www.pasionensalamanca.com/
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