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La compasión: El rostro de Dios en el carisma amigoniano: una invitación a la conversión y al perdón

Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. La misericordia se ha hecho viva y visible en Jesús de Nazaret. El padre rico en misericordia (Ef.2,4) Misericordia: la palabra revela el misterio mismo de la Santísima Trinidad. Misericordia: el acto último y supremo por el que Dios sale a nuestro encuentro. Misericordia: puente que une a Dios con el hombre, abriendo nuestro corazón a la esperanza de ser amados para siempre a pesar de nuestra pecaminosidad. Su ser misericordioso se demuestra concretamente en sus numerosas acciones a lo largo de la historia de la salvación, donde su bondad prevalece sobre el castigo y la destrucción. En resumen, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta a través de la cual revela su amor como el de un padre o una madre que se conmueven hasta lo más profundo por amor a su hijo.

Los signos que obra especialmente ante los pecadores, los pobres, los marginados, los enfermos y los que sufren, tienen por objeto enseñar la misericordia. Todo en Él habla de misericordia, nada  está desprovisto de compasión. La misericordia y la compasión desempeñan un papel importante en el mundo actual, dondequiera que miremos parece haber demasiada miseria. En algún lugar hay alguien que tiene hambre y sed. Hay alguien que lucha por su vida o alguien que suplica ayuda.

Tanto la misericordia como la compasión se refieren a la preocupación por las personas necesitadas. La compasión es una conciencia empática del sufrimiento ajeno, unida al deseo de aliviarlo. Proviene de dos palabras latinas, com (con) y pati (sufrir) y se traduce literalmente como «sufrir con».  Es la compasión la que nos impulsa a sentir el dolor de otra persona y, al hacerlo, nos unimos a su camino. Cuando Jesús fue crucificado, su madre María, al pie de la cruz y sufriendo con su hijo, era el rostro de la compasión.

El rostro del Dios misericordioso y compasivo visto en Jesús curando a los enfermos, resucitando a los muertos, dando la vista a los ciegos y sobre todo ofreció su vida por la salvación de todos nosotros. Cuando JESÚS dice: «Sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso» (Lc 6, 36-42) no sólo nos está diciendo qué hacer, sino también cómo hacerlo. Su ejemplo y su ministerio vinculan lo interno (lo que sentimos) y lo externo (nuestras acciones). Jesús nos insta a perdonar a nuestros enemigos (mostrar misericordia), pero también nos anima a amarlos y a rezar por ellos (compasión).La tradición católica introduce la virtud de la solidaridad. Ésta tiende un puente entre la misericordia y la compasión. No se trata simplemente de un vago sentimiento de compasión, sino de una compasión que nos lleva a la acción. Obliga no sólo a mostrar misericordia y sentir compasión, sino hacer algo que alivie el sufrimiento de los demás.

En la Biblia encontramos a un Dios compasivo con su pueblo, que ve y actúa. Cuando Dios ve al pueblo de Israel sufriendo bajo el faraón en Egipto y baja para liberarlos de la esclavitud y los conduce a la tierra prometida (Éxodo 3:7). Cuando Dios ve a la humanidad sufriendo por la esclavitud del pecado y baja en persona para liberarnos a través de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

 Todo el ministerio de Jesucristo estuvo marcado por la misericordia, la compasión, la llamada a la conversión y el perdón. En su ministerio público, cuando ve a la gente deambular como ovejas sin pastor agobiadas por el hambre y la enfermedad, les da de comer y les cura y sacia su sed con la Palabra de Dios, les enseña y les ofrece restauración. En resumen, el carácter distintivo de Jesucristo era la misericordia y la compasión que mostraba por las personas que encontraba más especialmente, los sufrientes y marginados, los de la periferia de la sociedad.

La verdadera compasión significa sufrir con alguien, sentirse como otra persona. En otras palabras, el profundo poder motivador de la empatía. De este modo, la compasión puede llevar a un cambio de corazón, a la conversión, al arrepentimiento y al perdón.

Del libro «Padre Luis Amigo el amigo de los marginados» leemos que» el Padre Luis era conocido por su servicialidad y deseo de hacer el bien a los demás, sensible a las necesidades ajenas. Los domingos visitaba a los enfermos al hospital, se ocupaba de su aseo, atendía a las víctimas de la discriminación, a la cárcel para consolar e instruir a los presos especialmente a los condenados a cadena perpetua. De nuevo durante la epidemia de cólera en España, narra «el gobierno de Masamagrell me pidió ayuda a la recién nacida congregación, de las hermanas terciarias capuchinas, para enviar a las hermanas a socorrer y atender a los enfermos afligidos por la peste. Fue un acto de heroísmo desafiando peligros y despreciando su propia vida por amor, como resultado tres hermanas menores murieron tras ser contaminadas por la enfermedad. Después de la epidemia, el padre Luis Amigo narra con palabras que nos recuerdan al buen samaritano: «Muchos niños se quedaron sin refugio después de haber perdido a sus padres. Movido por la compasión, pensé que podríamos cuidar de ellos» (OCLA 86).

Bíblicamente, compasión es mostrar piedad, amor y misericordia, como dice el Señor Jesús: «Tengo compasión de esta gente, ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos con hambre, o se desmayarán en el camino» (Mt. 15:32). La Compasión de Dios es lo primero, como ha demostrado en toda la historia de nuestra Salvación. En el misterio mismo de la creación está la revelación de nuestro Dios que se caracteriza por la bondad amorosa, la misericordia, la compasión y el perdón. Es un Dios que es la fuente de nuestra creación, que sostiene nuestro mismo aliento y lo lleva a su plenitud, como lo atestigua el don mismo de la vida que se nos ha dado gratuitamente. La omnipotencia divina se manifiesta claramente en el ejercicio de la misericordia divina. La misericordia divina es abundante e infinita. Como cristianos, estamos llamados a imitar y reproducir la misericordia y la compasión de Dios hacia nuestros hermanos y hermanas. Decir que alguien está lleno de misericordia es como decir que su corazón está lleno de amor. En otras palabras, la compasión y la misericordia de Dios nos obligan a actuar cuando vemos a nuestros hermanos y hermanas necesitados de apoyo y ayuda. Esforzarnos al máximo para remediar el problema, porque al final se ha convertido en nuestro problema.

Este es el efecto de la misericordia, ya que da a conocer la presencia de Dios que es el Padre, lleno de amor y de perdón. Jesús hace del perdón uno de los temas principales de su enseñanza. También es importante señalar que, al revelar el perdón amoroso de Dios, Jesús pone de manifiesto ante nosotros la necesidad de que la vida de todo cristiano esté guiada por el perdón.

El perdón es el aspecto fundamental de la fe cristiana, como se subraya tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios es retratado como misericordioso y perdonador, llamándonos a buscar el perdón y a extenderlo a los demás, como se recuerda en la oración del Señor. La parábola del siervo que no perdona subraya la naturaleza recíproca del perdón. Jesús enciende la expectativa de que mostremos misericordia a los demás del mismo modo que la recibimos de Dios. El perdón es un verdadero camino de conversión. El Señor respondió a la pregunta de Pedro: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí, y yo le perdono? ¿Hasta siete veces?» «No te digo siete veces, sino setenta y siete veces» ( Mt 18, 21-22), con lo que entendemos que Cristo proclama con su acción, incluso más que con sus palabras, que la llamada a la misericordia y a la compasión, el perdón y, finalmente, la conversión son los elementos esenciales de cualquier proclamación del Evangelio.

En otras palabras, la Conversión es ese proceso que tiene lugar para que un cristiano vuelva a Dios después de confesar sus pecados a Dios. Es el proceso que exige e implica no sólo el cambio en las acciones, sino también el cambio de corazón. Es importante destacar que este proceso no será posible sin la aceptación y el perdón de Dios. Es a través de la sanación y el perdón de nuestro Señor Jesucristo que podemos ser redimidos. En resumen, existe una fuerte relación entre la conversión y el perdón, porque la conversión es imposible sin el perdón y, a la inversa, sin la conversión nunca habrá un proceso completo de perdón. En el Misterio pascual de Cristo, Dios muestra su perdón gratuito y ofrece la salvación universal y cada persona está llamada a comprometerse en un camino personal de conversión como respuesta a la invitación de Dios (Lc 23,26-56).

 Un claro ejemplo de ello es la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32), que expresa la esencia de la misericordia y el perdón amoroso de Dios en el drama amoroso del amor del Padre y la prodigalidad y pecaminosidad del hijo menor. La parábola toca todos los aspectos de la alianza de amor, todas las pérdidas de gracia y todos los pecados.

La parábola muestra el amor misericordioso de Dios por cada persona y su atención personal hacia la humanidad entera. Vemos en esta parábola la compasión misericordiosa del Padre que eclipsa la pecaminosidad del hijo, así como el recuerdo de la bondad del Padre que motiva al hijo pródigo al arrepentimiento. ¡Qué imagen del amor compasivo y de la misericordia de Dios! El corazón de Dios está lleno de compasión por nosotros, sus hijos. Siempre está dispuesto con los brazos abiertos a acoger al pecador que regresa a casa con una alegre celebración.

En conclusión, el desafío de la misericordia de Dios plantea una exigencia a nuestra generosidad que sólo los purificados y el amor pueden esperar satisfacer. A toda persona que apela al perdón de Dios se le exige que se acerque al lado de Dios mediante la conversión, y que comparta la compasión de Dios, comprendiendo la misericordia sin medida, con la que Dios mira la fragilidad humana y el pecado. Tan radical y difícil es la llamada cristiana a la conversión, al arrepentimiento y al perdón, especialmente cuando ha habido una herida real y profunda que perdonar, que sólo tiene lugar por obra del Espíritu, en unión con el Señor resucitado.

El perdón es un elemento central del mensaje bíblico, que promueve la reconciliación, la compasión y el poder transformador de la gracia de Dios. No es un signo de debilidad, sino el signo de la verdadera fuerza, como demostró poderosamente Jesús en la cruz.

Nuestro seráfico padre san Francisco de Asís nos llama a lo mismo diciendo «No debe haber fraile en todo el mundo que haya caído en pecado, no importa lo lejos que haya caído, que nunca deje de encontrar tu perdón por pedirlo, si tan sólo te mira a los ojos. Y si no te pide perdón, pregúntale tú si lo quiere. Y si mil veces vuelve a presentarse ante ti, debes amarle más que a mí, para atraerle a Dios.

Que yo también me perdone a mí mismo y abra mi corazón a aquellos a quienes debo pedir perdón. Que sea rápido para perdonar en toda circunstancia. Que el perdón me enseñe la compasión.

Hna. Diana Kayetan Mhule

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Alfabetización digital: un reto para padres y cuidadores

En la sociedad actual, la alfabetización digital es una competencia fundamental. En un mundo donde los jóvenes manejan herramientas digitales desde muy temprana edad, los padres y cuidadores deben conocer y dominar estos recursos, no solo para guiar a los más jóvenes en el uso adecuado de la tecnología, sino también para protegerlos de los peligros que conlleva el entorno digital. Esta alfabetización es un desafío crucial que, desde la perspectiva católica, llama a formar usuarios críticos y éticos, capaces de vivir su fe también en el mundo virtual.

¿Por qué es urgente la alfabetización digital?

La tecnología avanza rápidamente y los jóvenes están inmersos en entornos digitales de manera casi natural. Sin embargo, los adultos enfrentan dificultades para comprender este ecosistema en constante cambio, lo que dificulta su capacidad para acompañar a los menores. La alfabetización digital se convierte así en una necesidad urgente, pues:

  1. Permite acompañar en el aprendizaje digital: Los padres pueden ofrecer orientación y recursos útiles para que el aprendizaje y el entretenimiento digitales se realicen de manera segura y constructiva.
  2. Facilita la protección frente a riesgos: Con el conocimiento adecuado, los padres pueden detectar amenazas como el ciberacoso o el acceso a contenido inapropiado, previniendo que los menores caigan en situaciones de riesgo.

En este contexto, especialistas en educación y ética digital subrayan la importancia no solo de enseñar habilidades prácticas, sino de inculcar principios y valores que permitan a los jóvenes actuar con responsabilidad y cuidado en el mundo digital.

La postura de la Iglesia y la evangelización en el entorno digital

La Iglesia Católica ve en los medios digitales una oportunidad para la misión evangelizadora. El Papa Francisco, en sus mensajes sobre comunicación y tecnología, ha insistido en la necesidad de utilizar estos medios con caridad y verdad, y en que todos seamos responsables de generar un ambiente de comunicación que refleje los valores cristianos. En uno de sus mensajes sobre comunicación social, destacó la importancia de que la comunicación digital «sea verdaderamente humana» y esté orientada hacia la comunión.

Al mismo tiempo, iniciativas como las de los evangelizadores digitales han aprovechado plataformas como YouTube, Instagram y TikTok para transmitir mensajes de fe, llevando la evangelización a las redes donde se encuentran los jóvenes.

Los dos pilares de la alfabetización digital: conocimiento práctico y discernimiento ético

Para que la alfabetización digital sea realmente efectiva, es fundamental que los padres y cuidadores desarrollen tanto habilidades prácticas como un sentido de discernimiento ético.

  1. Conocimiento práctico: Esto implica familiarizarse con las herramientas y plataformas que los jóvenes utilizan, desde redes sociales hasta aplicaciones de entretenimiento. Aprender a configurar controles parentales y entender las políticas de privacidad de cada plataforma es básico para acompañarlos en el uso seguro de la tecnología.
  2. Discernimiento ético: Desde una perspectiva católica, es esencial que los padres guíen a sus hijos en la toma de decisiones digitales responsables, que fomenten una comunicación respetuosa y una presencia auténtica en las redes.

Los padres que buscan mejorar su alfabetización digital pueden encontrar apoyo en organizaciones especializadas y en proyectos católicos de evangelización digital, como cursos en línea, tutoriales y programas de concientización.

La alfabetización digital es un imperativo para los padres y cuidadores de hoy. Conocer y entender el entorno digital, desde sus oportunidades hasta sus riesgos, permitirá que los adultos acompañen mejor a los jóvenes en su crecimiento. Como expresa el Papa Francisco, “caminemos juntos en una red de relaciones verdaderas”, donde cada persona se sienta escuchada y valorada. Así, esta responsabilidad se convierte en una verdadera misión de amor y servicio, ayudando a que los jóvenes vivan su fe y valores en todos los aspectos de su vida, incluyendo el mundo digital.

Hna. Iria Natalia Agreda Abreu

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Valencia. Los efectos de la dana: una gran devastación.

¿Por dónde empezar? ¿Qué añadir a las noticias que se han desplegado por todos los canales de comunicación, que han llegado a todos los rincones de la tierra?

Hoy es 9 de noviembre de 2024. Han pasado once días. El fenómeno, que se conoce como “Depresión Aislada en Niveles Altos”, ha afectado principalmente a la Comunidad Valenciana. En la tarde del martes, día 29 de octubre, la DANA descargó toda su furia torrencial sobre la provincia de Valencia, afectando a 75 municipios de oeste a este, del interior hasta el mar Mediterráneo. Me decía una amiga de Paiporta, el municipio más afectado, declarado zona cero: Todo ocurrió en media hora; de las 18,30 a las 19,00.

El arzobispo de Valencia, Monseñor Enrique Benavent” declaró para Vatican News:

 “Ha sido una experiencia, realmente sorprendente para todos nosotros, tanto por la magnitud de la tragedia como por lo rápido que han sucedido los acontecimientos, de hecho, el martes por la noche, cuando nos fuimos a descansar, éramos conscientes de que había sido una gran DANA, pero no éramos conscientes de la magnitud de la tragedia”.

Algunas cifras oficiales que hoy leemos:

  • Víctimas mortales confirmadas: 220 (212 en Comunidad Valenciana; 7 en Castilla-La Mancha; 1 en Andalucía).
  • Autopsias practicadas: 219, de las cuales 8 fallecieron por causas no relacionadas con la DANA.
  • Identificados: 183 (total).
  • Entregados a familiares: 128.
  • Personas rescatadas: 36.721 (total), 64 en las últimas 24 horas.
  • Municipios afectados: 78 municipios (75 en Valencia; 2 en Castilla-La Mancha; 1 en Andalucía).
  • Los municipios se agrupan en las comarcas de Utiel-Requena, Ribera y L’Horta Sud. Son 845.371 habitantes, igual al 31% de la población de Valencia. De estos, 75.000 habitantes directamente afectados.
  • Daños severos en 32 municipios, con una población de 535.479 habitantes.
  • Hay que añadir los polígonos industriales, sobre todo con pequeñas y medianas empresas (afectadas 4.119 y un total de 220.000 empleos).
  • Alumnos sin colegio: 24.000.

Se han perdido casas, mobiliario y todo tipo de enseres e instalaciones, negocios, vehículos, agricultura, ganadería… Se han dañado carreteras (650 Km.), han caído puentes, gravísimos desperfectos en las vías de tren (80 Km.)… lo que ha dejado, en gran parte, sin comunicación entre Valencia y Madrid, entre otras ciudades y municipios. Son pérdidas multimillonarias y costará tiempo la reparación de las infraestructuras. Muchas casas se han venido abajo y otras peligran derrumbe (los inmuebles con daños se cifran en 33.000). Es desolador ver cada día los pueblos inundados, llenos de barro y todo lo perdido amontonado a lo largo de las calles. Muchos garajes subterráneos todavía llenos de agua.

Los coches, arrastrados por el agua, se empotraron contra paredes, se amontonaron unos encima de otros y muchísimas calles quedaron totalmente bloqueadas. Sólo en Paiporta se han perdido el 90% de los vehículos.

Muchas personas murieron ahogadas al querer sacar los coches de los garajes y verse sorprendidas por la gran riada que lo arrastraba todo, que lo invadía todo.

Los rostros de los damnificados con el dolor palpable en sus semblantes, con el duelo en su corazón por los familiares y amigos fallecidos o desaparecidos; a veces con ira por la demora en recibir ayuda; otros con el coraje y la esperanza de reemprender de nuevo el camino.

En medio de tanta desolación hay RAYOS DE LUZ: desde primera hora fueron llegando las manos amigas, algunas conocidas; la gran mayoría -rayando las tres mil- desconocidas. La solidaridad inmensa de tantas PERSONAS VOLUNTARIAS -sobre todo jóvenes- que se desplazan cada día a las poblaciones afectadas llevando víveres, quitando barro, sacando lo inservible, limpiando casas. Y lo hacen caminando largo trecho porque no se puede acceder con coche debido al tráfico restringido.

Muchas instituciones, sean civiles que religiosas, han puesto a disposición sus instalaciones para acoger a los “sin hogar” y también a quienes se han desplazado para ayudar “durante todo el tiempo que haga falta”.

Presentes las autoridades encabezadas por los Reyes. Policía, Ejército, Guardia Civil, Bomberos, Sanitarios… se han ido incorporando, cada vez con mayores efectivos, conforme se han ido valorando los daños.

Ayudas de muchos lugares lejanos y próximos como las diferentes Comunidades Autónomas de España, la Unión Europea y las presupuestadas por el Gobierno de la Nación. Muchas ayudas canalizadas a través de cuentas bancarias de Caritas, Cruz Roja, ONGs,… De particulares que quieren reunir dinero para ayudar a familiares y amigos, para que puedan reconstruir sus vidas. Ayudas de alimentos, vestuario, medicamentos y muchísimo más que van llegando a los lugares de recogida, clasificación y distribución.

Esta INMENSA SOLIDARIDAD es el rostro misericordioso de Dios presente en esta INMENSA TRAGEDIA. Las manos enfangadas de todos los que ayudan son las manos del amor de Dios por donde se derrama su bondad para con todos sus hijos vivos y difuntos.  

Reseña: Hna. Mª Desamparados Alejos Morán, TC