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24/7 en Familia

Cuando se piensa en la familia, es fácil recordar miles de situaciones que acompañamos, escuchamos y que incluso vivimos dentro de nuestros propios entornos familiares. Nuestra espiritualidad, justamente enraizada en el seno de la Familia de Nazaret nos reclama esa presencia, esa palabra y ese gesto siempre oportuno y necesario en un escenario tan importante como es el entorno familiar en la vida humana.

Se ha querido llamar este artículo 24/7 EN FAMILIA, para representar analógicamente que la vivencia familiar involucra la totalidad del ser. Entrar y salir, matizar el tiempo en casa con el tiempo fuera, es lo propio de la vida y a lo que usualmente se suele llamar cotidianidad, y se compone de actividades, hábitos, costumbres, idiosincrasias y formas de llevar adelante las obligaciones, rutinas, tiempo de esparcimiento y afecto. Lo cotidiano está armado de una infinidad de pequeños detalles que se vuelven naturales hasta tal punto que se hacen imperceptibles, se tornan tan invisibles y corrientes que pueden llegar a automatizarse.

Solo cuando por alguna razón, se atraviesan situaciones realmente cruciales como es el caso de la pandemia para estos tiempos; también cuando se vive un accidente, una pérdida, o cualquier otro evento que interrumpe el rumbo de la vida cotidiana, se constata que estamos apegados a nuestras costumbres.

Entrar y salir como ya se ha dicho, fue lo común de nuestra vida, pero ¿qué pasa cuando por obligación no se puede salir o simplemente la vida impone precipitada y hostilmente cambiar hábitos y ritmos de vida?

Cada familia tiene sus fortalezas y valores de los que sentirse orgullosa; ellos son motivo para experimentar gratitud e incluso satisfacción. Pero también puntos débiles, zonas difíciles de conflicto y problemáticas con las que lidiar. Por tanto, en estos tiempos es mejor darse una tregua de lo pendiente y de lo que querrán modificar y dar paso a la paciencia, comprensión y alegría.

Para todos los seres humanos la familia es el elemento identitario que marca y define casi por completo su modo de estar en el mundo, sus valores, manera de relacionarse e incluso, sus opciones de conciencia. Ya sea porque se ha tenido el privilegio de crecer en una familia vinculante que ofrece una base segura como apoyo a la autoafirmación del yo en la etapa infantil, preadolescente y/o juvenil, porque ofrece respaldo a los ideales de vida, seguridad emocional y solvencia económica a las necesidades vitales de un ser humano. O en su defecto, porque en ella se prescinde de todo lo anterior y por ello se enfrenta la vida con miedo, desamparo, rabia o dolor. 

La pertenencia siempre será una necesidad vital que urge suplir no solo en orden a lo material sino, además, que proporciona contención emocional. Se puede ser padres, hijos o hermanos; en cualquier rol que se esté ubicados será necesario experimentarse parte de una familia 24/7, es decir, de tiempo completo, y sin perder de vista la individualización y el proyecto personal, encontrar allí la solidez humana que garantiza una vida llena de sentido y de valor.

No se puede hablar aún de la pandemia en tiempo pasado, porque es evidente que aún se está enfrentando a un cúmulo de situaciones y amenazas con las que este hecho histórico ha cambiado el ritmo cotidiano de la vida. Pero algo sí se puede decir al respecto: situaciones como ésta, ya han dado la oportunidad de releer e interpretar muchos aspectos de la vida, que las costumbres y rutinas no permitían notar. 

“Los humanos con frecuencia somos así; en las situaciones más difíciles solemos encontrar recursos que ni sospechábamos que teníamos, y también es frecuente que en los momentos de horror surja lo maravilloso, como esas flores que crecen en las piedras” (Rodríguez, s.f). 

Es hora de mirar desde dentro hacia fuera todos los insospechados recursos que ha suscitado este tiempo y aunque cada familia tiene su propia y singular manera de llevar la vida, y por supuesto, que esto vale también para los días normales lejos de la pandemia o dentro de ella, en definitiva, no debería hablarse de fórmulas mágicas para que el tiempo juntos sea “ideal”. Lo que sí podría referirse al respecto es que deber ser tiempo de calidad 24/7 no simboliza todo el tiempo que se debería estar juntos, sino mejor aún, todo el tiempo en el que hemos de sentirnos  “parte de…”  Ninguno debería quedar por fuera del diálogo, de la escucha, del abrazo y de la comprensión necesaria para que allí encuentre el amor incondicional que en otros ámbitos suele estar siempre condicionado.

Hna. Sandra Milena Velásquez Bedoya, tc

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Mensaje para la Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2022

«CAMINANDO JUNTOS»

La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia» (Vita consecrata, n. 3). Son las palabras de la exhortación apostólica postsinodal sobre la vida consagrada que, recogiendo el rico caudal de la herencia conciliar, ha marcado, como brújula segura, el camino de todos los consagrados en los últimos veinticinco años. Como don precioso y necesario para todos los cristianos, la vida consagrada despliega su ser en la vida, la santidad y la misión eclesial.

Siguiendo la estela del Concilio Vaticano II, el papa Francisco ha emplazado a todo el pueblo de Dios a situarse en «modo sinodal» convocando un Sínodo bajo el título «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», que culminará en octubre de 2023. La mirada está puesta en «encaminarnos no ocasionalmente, sino estructuralmente hacia una Iglesia sinodal». La razón ya la había explicado el Papa unos años atrás: «El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio». Y la Iglesia «no es otra cosa que el “caminar juntos” de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor».

En un sentido amplio y de modo más genérico, la sinodalidad vendría a designar: «El estilo peculiar que califica la vida y la misión de la Iglesia expresando su naturaleza como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. Debe expresarse en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia. Este modus vivendi et operandi se realiza mediante la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración de la eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y participación de todo el pueblo de Dios, en sus diferentes niveles y en la distinción de los diversos ministerios y roles, en su vida y en su misión».

Los consagrados son «buscadores y testigos apasionados de Dios» en el camino de la historia y en la entraña de la humanidad. Caminar juntos es un ejercicio de necesidad y una experiencia de belleza. La necesidad nace de la exigencia de la Iglesia de fortalecer las sinergias en todos los ámbitos de misión. La belleza brota al contemplar el testimonio de quienes son llamados por la misma vocación a vivir en fraternidad y dar la vida por el reino al servicio de los hermanos.

De este modo, recogiendo la invitación del papa Francisco, la XXVI Jornada de la vida consagrada lleva por lema «La vida consagrada, caminando juntos». Al evocar la categoría camino, no podemos sino volver nuestra mirada al mismo Jesús que se proclamó «camino, verdad y vida» (Jn 14, 6), recorrió el camino de subida a Jerusalén hasta la cruz para establecer una nueva alianza entre Dios y los hombres (Lc 9, 51) y, una vez resucitado,  «se puso a caminar con ellos» (Lc 24, 15) para descubrir a los discípulos la verdad de la Palabra, la fuerza del sacramento y el dinamismo de la misión. Recogiendo la experiencia del Señor, la fe de los primeros cristianos fue identificada como «el camino» y en los primeros pasos de la comunidad apostólica tenemos ya un referente fundamental en el Concilio de Jerusalén (Hch 15), donde las categorías camino, discernimiento e Iglesia encontraron su punto de encuentro y llegaron así a cristalizar en la doctrina de los Padres: «Sínodo es nombre de Iglesia».  

Para la vida consagrada, la invitación a caminar juntos supone hacerlo en cada una de las dimensiones fundamentales de la consagración, la escucha, la comunión y la misión.

Caminar juntos en la consagración significa ser conscientes de la llamada recibida, la vocación compartida y la vida entregada. En el fondo, supone darse cuenta de que a Dios solo se le encuentra caminando. Solamente cuando nos ponemos en búsqueda (Tu rostro buscaré, Señor) y nos dejamos encontrar por él, se produce el encuentro milagroso entre la llamada divina por pura gracia y la respuesta humana total, absoluta y sin condiciones. Compartir el camino como peregrinos de la eternidad recuerda a todos la fuerza de la dimensión profética de la vida consagrada, que encuentra su fuente en la sequela Christi y en la fuerza de la fidelidad de saber por quién han sido llamados y de quién se han fiado (cf. 2 Tim 2, 12). Cuando las personas llamadas a una especial consagración son capaces de desplegar esta confianza plena en Dios, entonces es posible que sean una voz y una interpelación «para despertar al mundo». La convicción de que este tiempo sinodal es tiempo de gracia y tiempo del Espíritu anima a todos los consagrados a fortalecer la consagración viviendo este momento como una oportunidad de encuentro y cercanía con Dios y los hermanos.

Caminar juntos en la escucha de la Palabra de Dios. Este camino común para encontrar a Dios solo se puede hacer desde la escucha, que es otra de las claves fundamentales de la sinodalidad: «Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que “escuchar es más que oír”». Agudizar el oído para escuchar al Espíritu, a los hermanos con los que se comparte la vida y a la humanidad herida con sus gozos y tristezas es la mejor garantía para caminar juntos por las sendas de la fidelidad a la propia vocación. La vida consagrada, que nace de la escucha de la Palabra y acoge el Evangelio como norma de vida, puede ser considerada «como una “encarnación” de la misma Palabra de Dios escuchada, meditada e interiorizada». Es tiempo de intensificar la oración, que es, para toda vida cristiana, como el aire que necesitan nuestros pulmones. Por su parte, la verdadera escucha requiere de tres condiciones: reciprocidad, respeto y compasión. Se hace necesaria siempre sincera comunicación, empatía hacia el otro y apertura de corazón para recibir la verdad que nos pueda comunicar. Solo así, los consagrados pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento y convertirse en testimonio interpelante en medio de la sociedad, que en ocasiones cierra sus oídos a la voz de Dios y al grito de los más débiles.

Caminar juntos en la comunión. Los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo «“expertos en comunión”, testigos y artífices de aquel “proyecto de comunión” que constituye la cima de la historia del hombre según Dios». Esta comunión se ha de manifestar, en primer lugar, con Dios, amado sobre todas las cosas; además, con todos aquellos con los que en la experiencia cotidiana comparten vida, oración y misión configurando así un signum fraternitatis; finalmente, la comunión se extiende a toda la humanidad necesitada de restañar heridas y curar llagas. La comunión eclesial, que no supone uniformidad, es el sello de discernimiento y verificación del camino sinodal. Por eso, caminar juntos en unidad y armonía invita a los consagrados a fortalecer la comunión dentro de las mismas familias carismáticas; con otros institutos favoreciendo la intercongregacionalidad; y, sobre todo, en la Iglesia local, intensificando la implicación y la participación en la vida diocesana.

Caminar juntos en la misión supone descubrir «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EN, n. 80) y experimentar simultáneamente la alegría de creer y el gozo de comunicar el Evangelio. Sabemos que una Iglesia sinodal es una Iglesia en salida y que la sinodalidad está ordenada a animar la vida y la misión evangelizadora de la Iglesia. La misión en clave sinodal pasa por el diálogo, la escucha, el discernimiento y la colaboración de todos los actores de la acción misionera. Para la vida consagrada, caminar juntos en misión supone reforzar la corresponsabilidad y el compromiso en la misión de la Iglesia local aportando sus dones carismáticos sin perder nunca de vista la disponibilidad a la Iglesia universal. Esta misión que se ha de llevar adelante en comunidad misionera se traduce en múltiples formas, ya sea desde la oración del claustro, la liturgia de la parroquia, la habitación del hospital, la clase de la escuela o en el encuentro a pie de calle. Los consagrados, cada uno con sus dones y carismas, contribuyen a enriquecer la misión de la Iglesia e incluso a posibilitar que la semilla del Evangelio pueda llegar capilarmente a ámbitos mucho más profundos.

Mientras avanzamos en el camino sinodal, damos gracias a Dios por el don de la vida consagrada que enriquece a la Iglesia con sus virtudes y carismas y le muestra al mundo el testimonio alegre de la entrega radical al Señor. Mientras siguen siendo memoria Iesu y signo escatológico, las personas consagradas edifican el Cuerpo de Cristo y son testigos del reino en medio del mundo. De esta manera, soñando juntos, rezando juntos y participando juntos contribuyen decisivamente para que la Iglesia sinodal no sea un espejismo, sino un verdadero sueño que pueda hacerse realidad.

Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (escrito por: IGLESIAACTUALIDAD)

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Convocatoria al XXIII Capítulo general Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia

El día 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, la Superiora general de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, Hna. Ana Tulia López Bedoya, envió a toda la Congregación la carta convocatoria al XXIII Capítulo general, que se realizará en la Sede de la Curia general en Roma. 

La apertura del Capítulo tendrá lugar el 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María e igualmente, fiesta de Ntra. Sra. de Montiel, en cuyo Santuario situado en Benaguacil (Valencia) – España, dio comienzo la Congregación el 11 de mayo de 1885. La clausura del Capítulo será el 4 de octubre, solemnidad de san Francisco de Asís. Antes de la apertura del Capítulo, están previstos unos días de retiro espiritual como preparación a este acontecimiento congregacional y eclesial, en el que participarán hermanas procedentes de los diversos países y demarcaciones, donde está presente la Congregación en cuatro continentes. 

El tema elegido para este XXIII Capítulo general es: “Fortalecidas en el Espíritu, abrazamos nuestra realidad y a la humanidad sufriente, avanzando con esperanza en un camino sinodal”, con el lema: “Escuchamos con humildad para avanzar en sinodalidad”.

En su circular, la Hna. Ana Tulia decía a las hermanas:  “el XXIII Capítulo general es la oportunidad de dialogar, escuchar, caminar juntas, e implicarnos en un cambio desde la raíz de nuestros dones y fragilidades para dar respuestas esperanzadoras a quienes caminan con nosotras. Las invito a que todas participemos en la celebración del Capítulo, abriendo los espacios cerrados de nuestro corazón para dejar entrar la luz, la sabiduría y la novedad del Espíritu, única manera de ser mujeres auténticamente sinodales…” 

Acompañemos este tiempo precapitular con nuestra súplica confiada al Señor.

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La devastación del tifón Rai en Filipinas supera lo previsto: es el segundo desastre natural más importante de 2021

El pasado 16 de diciembre de 2021, el tifón Rai (nombre local Odette) azotó las diferentes provincias de Filipinas. La primera recalada fue en la isla de Siargao a la 1:30 p. m., la segunda en la isla de Dinagat a las 3:10 p. m., seguida en el sur de Leyte dos veces a las 4:50 a. m. y 5:40 a. m., y dos veces también en Bohol a las 6: 30 am y 7:30 am. Llegó a Cebú por la noche y tocó tierra a las 22:00 h. Al día siguiente a las 2:00 de la mañana tocó tierra en Negros Oriental. La última recalada de Odette fue en Palawan a las 4:00 de la tarde.

El tifón trajo lluvias torrenciales, vientos violentos; deslizamientos de tierra y marejadas ciclónicas se produjeron en diferentes lugares de Filipinas, pero muy especialmente en los lugares donde tocó tierra. Después del tifón quedaron muchas familias sin casa, perdieron su sustento e incluso algunos de sus seres queridos, hubo escasez de agua especialmente agua potable, no había electricidad y muchos establecimientos quedaron destruidos.

Nuestras dos comunidades de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en Negros y en Cebú también se vieron afectadas, se produjeron daños en nuestras casas y no tuvimos electricidad durante casi un mes. Fue una providencia que, en Cebú, recientemente habíamos abierto el proyecto de la estación de agua y hay suficientes reservas de agua potable para la comunidad. Por eso, las hermanas no han tenido problema para conseguir agua potable pero su preocupación era cómo ayudar a otras familias para que también ellas pudieran beber. Como no había electricidad, era imposible que la comunidad produjera agua en ese momento, pero la providencia de Dios nos asistió. Muchas personas se unieron y ayudaron a la comunidad para producir agua a fin de que la gente pudiera beber, obteniendo alrededor de 2000 botellas de agua de 5 galones cada una. Fue un privilegio para la comunidad poder ayudar a las personas que también se vieron muy afectadas por el tifón.

En este momento, Filipinas todavía se está recuperando; aún hay algunos lugares, incluso aquí en Cebú, donde no hay electricidad debido a los grandes daños sufridos, pero la situación es un poco mejor en comparación con el devastador panorama que se observó después del tifón.

Según las investigaciones, el tifón ‘Rai’ dejó al menos 450 muertos a su paso por Filipinas. Y la situación se está viendo agravada además por el avance de la covid-19, que está complicando la respuesta humanitaria, así como por perturbaciones meteorológicas. Por ello, en los próximos días se revisará ese plan humanitario y se ha pedido solidaridad a la comunidad internacional.

Un promedio de 20 tifones azotan Filipinas cada año y el más destructivo fue el supertifón Haiyan -el mayor que ha tocado tierra conocido-, que en noviembre de 2013 golpeó las islas de Samar y Leyte, mató a unas 7.000 personas y dejó a 200.000 familias sin hogar. 

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Escuchar con los oídos del corazón

En la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, el Vaticano ha hecho público el Mensaje del Santo Padre Francisco para la 56ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que este año 2022 se anuncia con el título «Escuchar con los oídos del corazón”.

El año pasado reflexionamos sobre la necesidad de “ir y ver” para descubrir la realidad y poder contarla a partir de la experiencia de los acontecimientos y del encuentro con las personas. Siguiendo en esta línea, el Papa expresa su deseo ahora de centrar la atención sobre otro verbo, “escuchar”, decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico.

En efecto, estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quién tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes de la vida civil. Al mismo tiempo, la escucha está experimentando un nuevo e importante desarrollo en el campo comunicativo e informativo, a través de las diversas ofertas de podcast y chat audio, lo que confirma que escuchar sigue siendo esencial para la comunicación humana. 

Continuó diciendo Francisco en su mensaje. A un ilustre médico, acostumbrado a curar las heridas del alma, le preguntaron cuál era la mayor necesidad de los seres humanos. Respondió: “El deseo ilimitado de ser escuchados”. Es un deseo que a menudo permanece escondido, pero que interpela a todos los que están llamados a ser educadores o formadores, o que desempeñen un papel de comunicador: los padres y los profesores, los pastores y los agentes de pastoral, los trabajadores de la información y cuantos prestan un servicio social o político.

El Papa sustento su mensaje de Escuchar con los oídos del corazón, en las páginas bíblicas donde aprendemos que la escucha no sólo posee el significado de una percepción acústica, sino que está esencialmente ligada a la relación dialógica entre Dios y la humanidad. «Shema’ Israel – Escucha, Israel» (Dt 6,4), el íncipit del primer mandamiento de la Torah se propone continuamente en la Biblia, hasta tal punto que san Pablo afirma que «la fe proviene de la escucha» (Rm 10,17). Efectivamente, la iniciativa es de Dios que nos habla, y nosotros respondemos escuchándolo; pero también esta escucha, en el fondo, proviene de su gracia, como sucede al recién nacido que responde a la mirada y a la voz de la mamá y del papá. De los cinco sentidos, parece que el privilegiado por Dios es precisamente el oído, quizá porque es menos invasivo, más discreto que la vista, y por tanto deja al ser humano más libre.

La escucha corresponde al estilo humilde de Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre a su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor. Dios ama al hombre: por eso le dirige la Palabra, por eso “inclina el oído” para escucharlo.

Sostiene Francisco que por una parte está Dios, que siempre se revela comunicándose gratuitamente; y por la otra, el hombre, a quien se le pide que se ponga a la escucha. El Señor llama explícitamente al hombre a una alianza de amor, para que pueda llegar a ser plenamente lo que es: imagen y semejanza de Dios en su capacidad de escuchar, de acoger, de dar espacio al otro. La escucha, en el fondo, es una dimensión del amor.

Para leer el mensaje completo de la 56ª Jornada Mundial podrás acceder desde el siguiente link:

https://www.agenciasic.es/2022/01/24/escuchar-con-los-oidos-del-corazon-mensaje-de-la-jornada-mundial-de-las-comunicaciones-sociales-2022/

Fotografía tomada del Dicasterio para las comunicaciones 

Tomado de : SIC Agencia (Servicio de Información Católica)